7 de abril de 2020

"CONVERSACIONES DESDE LA INCERTIDUMBRE"

Hace siete años publiqué mi última entrada. Hoy, en un contexto de pandemia mundial, retomo y resignifico este espacio para sentipensar, filosofoser y conversar con y desde la incertidumbre. Desde hace semanas, habitar esta incertidumbre me interpela y desafía. Se siente como haber sido transportada al interior de un gigantesco laberinto. No hay tierra firme bajo mis pies. Desorientada, no encuentro la entrada, ni la salida, si es que existen. Mientras mis ojos se adaptan a la penumbra, mi intuición e imaginación se vuelven más perceptivas. Siento miedo, y me pregunto cómo se piensa y vive desde ahí. Cada emoción tiene una función, y el miedo activa nuestro estado de alerta. Aquí, en el laberinto, el miedo me invita a recuperar y descubrir habilidades y recursos, me conecta con mi lado intuitivo y animal. Pero el miedo es una emoción poderosa y peligrosa. Despierta o adormece. Nos mueve o paraliza. Nos vuelve temerarios, temerarias, o dóciles ovejas. Vivir con miedo demasiado tiempo se siente como intentar caminar en la oscuridad sosteniendo una inestable formula alquímica en frasco de frágil cristal. Vamos haciendo malabarismos, tratando de evitar lo inevitable. Una vez que el frasco se rompe, no podemos quedarnos mucho tiempo, porque respirar miedo puede ser mortal. Su irresistible hedor nos despierta pero si no nos vamos a tiempo nos impregna como un veneno, contaminando y paralizando nuestro cuerpo, congelando nuestras sensaciones, apagando nuestra mirada. Un despertar que nos sacude puede mutar a la somñolencia del abandono. El miedo entonces, tiene una doble cara. Y va a reflejar la que nos resuene. Habitar la incertidumbre es enfrentar nuestro miedo a no ser, no saber, no conocer, no controlar... Y cuando se trata de nuestra supervivencia y modos de vida, se vuelve una cuestión primordial. El miedo es un maestro implacable, una fuerza desafiante que nos pega donde más nos duele y nos recuerda no dar nada por sentado. Y es aquí, en este espacio de suspensión, en este abismo donde podemos asomarnos, donde las preguntas surgen desafiantes y urgentes.
¿Cómo pensar desde lo incierto, lo inestable? ¿Qué hacemos: volvemos a lo malo conocido o imaginamos otros mundos posibles para cambiar lo que nos duele? En este escenario de miedo e incertidumbre global, filósofos y filósofas comparten sus impresiones: "https://www.filco.es/covid-19-y-filosofia-pensar-en-medio-catastrofe/" "http://https://www.escaramuza.com.uy/pensamiento/item/sopa-de-wuhan-filosofos-ante-una-pandemia.html" "http://https://theconversation.com/reflexiones-desde-la-filosofia-lo-que-covid-19-puede-ensenarnos-134023" Leo los aportes, y me pregunto: ¿cuál es la función de la filosofía? ¿explicar lo obvio o explorar otros caminos? ¿consolidar y reafirmar distopías postapocalipticas mundiales o ayudar a imaginar/construir nuevos mundos? ¿compartir observaciones y teorías especulativas globales, o aportar herramientas a los ciudadanos para entender y sobrellevar lo que está pasando? ¿filosofar global o situado? ¿filosofía especulativa o filosofía medicina? ¿filosofar desde el miedo que alerta o desde el pánico que adormece? ¿filosofar lamentandose en las ruinas o mientras exploramos los escombros? ¿filosofar desde una voz única o desde la experiencia individual y comunitaria? ¿filosofar para aceptar y hundirse en la crisis o para entenderla y aprovecharla? Aquí, desde este pequeño rincón del Sur, escribo todavía en la penumbra. No sé si estoy en un laberinto o una caverna, pero presiento que no soy la única. Resonando con Ariadna, hilo mis palabras buscando entender y encontrar una salida, una luz en esta oscuridad.